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Debate sobre los límites al crecimiento

Published by Isabel Uriostegui - July 25, 2January8
Resumen: Jean Robert Seguimos aquí, como retaguardistas con ganas que somos, explorando las pistas abiertas por Illich en sus “años de Cuernavaca” y desertadas por sus amigos vanguardistas. Como no somos ingenuos, sabemos que el espíritu de Illich era extremadamente vivo y móvil y que, a partir de 1976, empezó a poner bajo la lupa sus conceptos directores de aquellos años. Un ejemplo: se dio cuenta, por ejemplo, de que el concepto de contra-productividad ya no se podía enunciar como lo había hecho en Energía y equidad y en La convivencialidad. En cambio, otro concepto guía de estos años, que conservó toda su vigencia y que nos parece importante volver a poner a debate, es el concepto de límites. 1. El primer nivel del debate sobre los límites que hubiera que imponer políticamente al modo industrial de producción fue alcanzado a principio de los años 1970, cuando el Club de Roma advirtió al mundo de que, si no se cambiaban drásticamente las grandes orientaciones de la producción industrial, la biosfera se tornará pronto inhabitable. En aquellos años, el público advertido se concentró sobre todo en las amenazas al ambiente físico, por lo que los debates se centraron en los límites que habría que imponer al consumo de combustibles y en los daños ecológicos causados por el modo industrial de producir. Este primer estadio del debate sobre los límites se concentró en los bienes materiales . 2. A principio de los años 1970 (¿1971?), Illich completó oralmente la advertencia del Club de Roma con la siguiente frase: Más allá de ciertos límites, la producción de servicios causará más daños a la cultura que la producción de bienes materiales causó a la naturaleza . Con ello, quería establecer públicamente que las instituciones productoras de servicios tienen inevitablemente consecuencias laterales que no son menos dañinas – son eventualmente más dañinas – que la sobreproducción de bienes materiales. El segundo estadio del debate sobre los límites se centró en los servicios . 3. Alrededor de 1980, el debate sobre los límites al crecimiento alcanzó un tercer estadio que se centra en los ámbitos de comunidad o comunales en español moderno (commons en inglés, Allmende o Gemeinheit en alemán, ejido en español clásico). Cuando se evocan a los comunales, se suele pensar en bosques y pastizales como también en el cercado de los campos comunes. También se piensa en la destrucción de las condiciones de existencia de lo que E.P. Thompson llamaba la economía moral. Sin embrago, los comunales de los que hay que hablar, hoy, son algo más sutil que podríamos nombrar el valor de uso del entorno. Simplemente dicho, es lo que todas las formas de crecimiento económico destruyen radicalmente . Era la existencia de esas condiciones lo que permitía que la gente viviera sin, o con pocas mercancías. Después de la destrucción de esas condiciones, el entorno ya no puede ser utilizado por los que son incapaces de comprar mercancías o servicios: en una sociedad moderna, los que tienen poco acceso al mercado también tienen poco acceso a los valores de utilización del entorno. En La convivencialidad (ver Obras reunidas I), Iván Illich mostró que el crecimiento económico destruye inevitablemente aquellos elementos del entorno que permiten la producción de valores de uso, un proceso que calificó de modernización de la pobreza . La modernización de la pobreza que acompaña toda destrucción de los comunales se debe entender, hoy, en la complementariedad entre el trabajo asalariado y el trabajo fantasma. Ahora bien: la causa de la desaparición de los comunales se debe buscar menos en la obligatoriedad del trabajo asalariado que en la coerción al trabajo fantasma. Una pesadilla de nuestra época es la amenaza de una explotación masiva del trabajo fantasma . El tercer estadio del debate sobre los límites que hay que imponer políticamente al crecimiento se centran sobre los valores de utilización del entorno y su destrucción inexorable por el mismo crecimiento.
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